Lucas Tepman y Matías Gandulfo inauguraron los dos primeros clubes con canchas de pádel en San Francisco; prevén la apertura de otros 23 en Estados Unidos y Canadá.
“Un amigo me dijo ‘quiero abrir una cancha de pádel’, y yo le respondí ‘te pido disculpas, pero no me interesa’”, señaló Lucas Tepman a LA NACION. Cuando le preguntaron, en 2023, Tepman estaba enfocado en levantar fondos para otro emprendimiento. Sin embargo, la idea le quedó resonando, hizo números y más tarde redobló la apuesta: “No vamos a abrir una cancha, sino 25 clubes en un plan a tres años”.
Oriundo de Martínez, provincia de Buenos Aires, Tepman se instaló en Estados Unidos en 2018. “En ese entonces, y hasta hace un año y medio atrás, era muy difícil encontrar una cancha de pádel. Quizás había alguna en Miami, pero el bajo número era muy evidente para un latino o un europeo cuando llegaba al país y quería jugar un partido”, señaló. “Luego entendí lo que se venía alrededor del pádel y que iba a ser gigante: este es el deporte de más rápido crecimiento en el mundo y en Estados Unidos se abrieron incluso venture capitals específicos”.
Para Tepman, el futuro se hizo mucho más evidente tras el auge del pickleball -un deporte que se practica en una pequeña cancha similar a la de tenis, con una pelota de plástico-: “Las personas quieren otro deporte de raqueta y están abiertas a probar cosas nuevas”.
Ante este escenario y de la mano de Matías Gandulfo, a lo largo del último cuatrimestre, Tepman abrió los dos primeros clubes con canchas de pádel en San Francisco, bajo la marca Bay Padel. Uno de ellos está emplazado en un hangar de la 2° Guerra Mundial en Treasure Island. Y dada la altura de sus techos, este lugar fue elegido además como escenario de la final del torneo de la US Padel Association. El otro club está ubicado en la zona de Dogpatch. Al momento, Bay Padel reúne a más de 700 socios y su éxito fue rotundo: “Los fines de semana, los clubes están llenos”.
Plan de expansión
A la dupla de clubes en San Francisco se suma un tercero, cuya apertura ya fue fijada para el próximo semestre. El mismo está ubicado en la localidad de Palo Alto y fue establecido mediante una alianza con Google, que cedió parte de los terrenos que había adquirido para su campus. Otras iniciativas en puerta tienen como locación a West Palm Beach y a Colorado, e incluso a Toronto, en Canadá.
Para las tres primeras aperturas, los jóvenes realizaron una inversión de US$2 millones, mientras que para las próximas 10 prevén levantar otros US$15 millones. Asimismo, para darle vuelo al negocio, eligieron a dedo a su equipo: el tenista Marcel Felder, reconocido durante varios años como la “primera raqueta de Uruguay”, asumió como director deportivo, y Guga Vázquez, un jugador de pádel de la Argentina que resultó campeón del último torneo de USPA, se puso al frente de una de las sedes.
ADN emprendedor
En su vida prepádel, el gen emprendedor de Tepman siempre estuvo presente. Graduado de Ciencias Políticas en la UBA, trabajó en consultoría de negocios e inició luego su carrera política como consultor de asuntos públicos, representando a grandes empresas en el Congreso. Posteriormente, durante el gobierno de Mauricio Macri, coordinó el equipo de enlace legislativo del entonces Ministerio de Producción, a cargo de Francisco Cabrera.
El punto final de esta etapa llegó cuando ganó una beca Fulbright, un programa de ayudas educacionales patrocinado por la Oficina de Asuntos Educativos y Culturales del Departamento de Estado de Estados Unidos. Tepman se instaló en Norteamérica y realizó una maestría en desarrollo económico sustentable en la Universidad de California, en Berkeley. “Hice una pasantía en Gratitude Railroad, una organización bancada por las grandes consultoras y donde se setean métricas para que las empresas públicas reporten sus impactos ambientales. Intentábamos trasladar las métricas que se habían adaptado para Estados Unidos a nivel global”.
Ese camino lo condujo a Glaciergrid, firma de la que hoy es CFO, y que opera como nexo entre las compañías proveedoras de energía y las grandes firmas consumidoras. “Manejamos todo los equipos que consumen electricidad. Les ponemos sensores y controles, y de la mano de sistemas de IoT (Internet de las Cosas, por sus siglas en inglés), algoritmos y datos provistos desde la red eléctrica, intervenimos para lograr un consumo más eficiente: alcanzamos ahorros de energía de hasta 20% mensual. Además, los proveedores de energía nos anticipan de picos previstos de consumo, a fin de que podamos orquestar los equipos y bajar la demanda, y así evitar la puesta en funcionamiento de una segunda planta, por ejemplo, que implica mayor contaminación y un encarecimiento de la energía”, explicó.